Muchas plazas y edificios emblemáticos esconden pequeños paraísos, desconocidos incluso por los propios madrileños, llenos de un encanto especial particular, como La Dalieda de San Francisco, el jardín romántico del Casino de la Reina, el oasis de La Cuesta de la Vega o el Parque Emir Mohamed I.

Jardines ocultos tras cuatro paredes, como el Huerto de las Monjas, original del desaparecido Convento de Hermanas Bernardas del siglo XVII.

Jardines de casas , palacios u hospitales, hoy convertidas en museos, que pasan desapercibidos de las miradas de sus visitantes, como jardín del Museo Reina Sofía, de Sabatini; el Jardín de la Casa Museo Lope de Vega, donde el escritor encontraba la inspiración, el jardín de la Fundación Lázaro Galdiano, de principios del siglo XX; el jardín de la Casa Museo de Joaquín Sorolla, de inspiración andalusí con el agua como protagonista o el fresco y delicado jardín del Magnolio en el Museo del Romanticismo.

Otros jardines, como el arqueobotánico del Museo de los Orígenes, el del Príncipe de Anglona, el del Marqués de Casa Riera o los que han formado parte de la huerta de alguna quinta como el Olivar de Castillejo.

Casa-museo Sorolla